Cuarenta años después del rodaje de la capital Rojo oscuro el cineasta Dario Argento mantiene intacta la capacidad de crear inconfundibles y alucinadas estampas del horror. Hijo bastardo de Mario Bava, fagocitando con arrogancia y manifiesta pasión cinéfila buena parte de los hallazgos presentados por la demente sinfonía colorista Seis mujeres para el asesino puntualiza con su ópera prima, El pájaro de las plumas de cristal, las principales señas de identidad del subgénero giallo, un sangriento y explotado apéndice fílmico de pretéritas publicaciones policiacas baratas. Con la inaugural trilogía Zoológica analiza las astillas de una Italia violenta y golpeada mientras construye sobre el celuloide una retorcida extensión operística del país de las maravillas. Con las dos piezas claves de su filmografía, Rojo oscuro y Suspiria, destruye con incontrolable violencia, antes del hundimiento anunciado por el asesinato del poeta Pasolini, las normas del género, y arrimándose definitivamente a un barroco espacio de pesadilla, armado con persistentes corrupciones del cosmos infantil, radiografía las heridas de una Europa encadenada a los fantasmas de la Segunda Guerra Mundial.
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